17 de enero de 1956. En el Teatro Real de El Cairo, un público enfervorecido, aclama la magistral interpretación del Duque de Mantua, personaje del melodrama verdiano "Rigoletto" que ha sido interpretado por un tenor español de nombre Alfredo Kraus Trujillo.
Pero la verdadera señal que marcaría el comienzo de la carrera histórica del Maestro, sería la que tuvo lugar en el Teatro San Carlos de Lisboa un inolvidable 27 de marzo de 1958. El que fuera prometedor alumno de Mercedes Llopart, aquel muchacho rubio de ojos azules nacido un 24 de noviembre de 1927 en las Palmas de Gran Canarias, comparecía en la función inaugural de 'La Traviata' para medirse al talento sin límites de "La Divina" María Callas. Fue todo un éxito.
La galería verdiana, tendrá de compañía a dos títulos de Bellini y siete de Donizetti que muestran a Kraus como el más grande tenor belcantista de su tiempo.
Werther y Manon, ambas de Massenet, grabadas bajo la dirección de Michel Plasson, son referencias absolutas en el terreno de la ópera francesa, en el que Kraus también fue un maestro indiscutible.
La gran Giulietta Simionato, invitada en Chicago para la celebración de las bodas de plata de la Lyric Opera, había escuchado a Alfredo Kraus en el dúo de "Los Pescadores de Perlas", en el aria de Werther y en una representación completa de Fausto, declaró: " Hacía ya mucho tiempo que había dejado de creer en la perfección. Pero lo que escuché a Kraus en Chicago me hizo pensar que la perfección sí existe en algún caso rarísimo".
El prestigioso Gianandrea Gavazzeni, que fue durante muchos años director de la Scala de Milán, ratificó en 1990: "He seguido prácticamente toda su evolución técnica e interpretativa y mantengo hoy que Alfredo Kraus ha de considerarse un máximo Maestro en lo que conocemos por Arte Vocal del Novecientos. Diré que por sus características se destaca de sus colegas por su gran nivel y calidad, es un fenómeno que ya está en la Historia del Arte Vocal y de la escena operística de estos últimos 40 años. Kraus es Kraus y no puede comparársele con otro".
Su filosofía del canto, basada en el más absoluto dominio de la voz, la técnica y el estilo, y la sabia elección del repertorio, permitieron a Alfredo Kraus alcanzar una longevidad vocal que no tiene parangón en la historia del género.
Como el Werther de Massenet, inmolado en la búsqueda inútil de Charlotte; como el Romeo de Gounod, postrado exánime ante el cuerpo de Julieta; o como el Edgardo de Donizetti, incapaz de sobrevivir y de sobreponerse al espectro de Lucia di Lammermoor, una enfermedad degenerativa, agudizada por la tristeza que le produjo la muerte de Rosa, su esposa y compañera del alma, truncó la vida del tenor canario un 10 de septiembre de 1999. Sirvan estas letras, junto a su música, para rendir humilde homenaje al tenor de la voz plena gracia.
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