12 dic 2025

Esencia Vasca

Jesús Guridi Bidaola (Vitoria, 25 de septiembre de 1886 – Madrid, 7 de abril de 1961) ocupa un lugar destacado en la historia de la música española del siglo XX. Su obra se inscribe en el nacionalismo musical, corriente que buscó integrar elementos del folclore en la música culta. Guridi, profundamente vinculado a la tradición vasca, desarrolló un lenguaje que combina la riqueza melódica popular con armonías románticas e impresionistas, logrando una síntesis personal y refinada.
Entre sus composiciones más relevantes se encuentran la ópera Amaya, la zarzuela El Caserío, la Sinfonía Pirenaica y la suite orquestal Diez Melodías Vascas. Esta última constituye una de las aportaciones más significativas al repertorio sinfónico español, tanto por su calidad artística como por su valor etnomusicológico.
Diez Melodías Vascas fue compuesta en 1941 y estrenada el 12 de diciembre de ese mismo año en el cine Monumental de Madrid, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Madrid bajo la dirección de Enrique Jordá. La obra surge en un momento en que la música española buscaba reafirmar sus raíces culturales, y Guridi lo hace mediante la reelaboración de melodías populares vascas, transformándolas en un discurso sinfónico pleno de color y expresividad.
La suite no se limita a presentar las melodías originales, sino que las somete a un tratamiento armónico y orquestal que las eleva a un plano artístico superior. Guridi emplea modos característicos del folclore (dórico, mixolidio), armonías románticas y recursos tímbricos que evocan la sonoridad tradicional sin renunciar a la sofisticación sinfónica. La orquestación es rica y variada, con especial protagonismo de cuerdas y maderas, y un uso expresivo de metales y percusión en los movimientos más festivos.

"Diez Melodías vascas"
Orquesta Sinfónica de Euskadi.
Miguel Ángel Gómez Martínez, director.

Diez Melodías Vascas representa una síntesis ejemplar entre tradición y modernidad. Guridi logra preservar la esencia del canto popular vasco, dotándolo de una dimensión sinfónica que lo sitúa en el ámbito de la música culta europea. Esta obra no solo es un testimonio del nacionalismo musical español, sino también una pieza fundamental para comprender la identidad sonora del País Vasco en el siglo XX.

10 dic 2025

Cantata festiva

En el año 1717, Johann Sebastian Bach dejó su puesto en Weimar y aceptó el cargo de Kapellmeister en la corte de Anhalt-Köthen, bajo el mecenazgo del joven Príncipe Leopold. Este período, que se extendió hasta 1723, fue crucial en la vida del compositor: libre de las exigencias litúrgicas que marcarían su etapa en Leipzig, Bach pudo concentrarse en la música instrumental y secular, creando obras como las Suites para violonchelo, los Conciertos de Brandeburgo y numerosas cantatas profanas.
En este contexto surge la Cantata BWV 66a, titulada Der Himmel dacht auf Anhalts Ruhm und Glück (El cielo cuida la fama y la felicidad de Anhalt), compuesta para el cumpleaños del príncipe Leopold, celebrado el 10 de diciembre de 1718. La obra, hoy perdida en su forma original, fue concebida como una cantata festiva, con un texto alegórico que exaltaba la gloria y prosperidad del príncipe. Musicalmente, seguía la estructura típica de las cantatas cortesanas: coro inicial brillante, arias virtuosas, recitativos expresivos y duetos alegóricos, probablemente interpretados por solistas de la corte y acompañados por una orquesta rica en colores, con cuerdas, oboes y continuo.
Este encargo refleja la relación cercana entre Bach y Leopold, un príncipe amante de la música que incluso tocaba la viola da gamba. La corte de Köthen ofrecía a Bach un ambiente propicio para la experimentación y la excelencia instrumental, lo que explica el carácter jubiloso y refinado de BWV 66a.

"Cantata BWV 66a_Der Himmel dacht auf Anhalts Ruhm und Glück"
Mitteldeutsche Hofmusik.
Alexander Grychtolik, director.

Sin embargo, la historia de esta cantata no termina en Köthen. Cuando Bach se trasladó a Leipzig en 1723 para asumir el cargo de Cantor en la Thomasschule, su producción se orientó hacia la música sacra. En este nuevo contexto, Bach aplicó el principio de parodia: reutilizó la música de BWV 66a para crear la Cantata BWV 66 (Erfreut euch, ihr Herzen), estrenada el 10 de abril de 1724, en el lunes de Pascua. El texto cortesano se transformó en una meditación sobre la alegría de la Resurrección, pero la música conservó su carácter festivo, adaptando la métrica y el fraseo para ajustarse al nuevo texto.
Este proceso ilustra la pragmaticidad y maestría de Bach: lejos de considerar la reutilización como una limitación, la convirtió en una oportunidad para dar nueva vida a sus obras, integrándolas en un contexto teológico sin perder su fuerza expresiva. Así, BWV 66a no solo es testimonio del esplendor de Köthen, sino también un puente hacia la monumental producción sacra de Leipzig.

9 dic 2025

Joaquín Turina

Joaquín Turina (Sevilla, 9 de diciembre de 1882 – Madrid, 14 de enero de 1949) fue uno de los grandes arquitectos del nacionalismo musical español del primer tercio del siglo XX: formado primero en Sevilla y Madrid, completó estudios en París (Schola Cantorum) con Vincent d’Indy y Moritz Moszkowski, y allí asimiló el color impresionista de Debussy y Ravel mientras Isaac Albéniz y Manuel de Falla le animaban a abrazar la raíz andaluza que acabaría definiendo su voz propia. En 1914 regresó definitivamente a Madrid y empezó a consolidarse como compositor, docente y crítico, convirtiéndose en figura central de la vida musical española. 
Su primer gran éxito orquestal fue La procesión del Rocío, Op. 9, poema sinfónico compuesto en 1912 y estrenado el 30 de marzo de 1913 en el Teatro Real por Enrique Fernández Arbós: una estampa sonora de la romería trianera donde el júbilo popular y el fervor religioso se funden en una orquestación brillante.

La procesión del Rocío, Op. 9
Orquesta Nacional de España. 
Ataulfo Argenta, director.

De ahí en adelante, Turina depuró un estilo de armonías ricas y ritmos acerados que, sin renunciar al refinamiento francés, palpita con acentos del flamenco y de la canción andaluza. Entre sus obras más famosas figura Danzas fantásticas (1919), ciclo concebido para piano y luego orquestado, donde el lenguaje moderno enmarca el carácter danzable de la tradición española; su recepción temprana lo situó junto a Falla y Albéniz como referente del sinfonismo nacional. 

"Danzas fantásticas, Op. 22"
Alicia de Larrocha, piano.

"Danzas fantásticas, Op. 22_Orquestal"
Bamberg Symphony Orchestra
Antonio de Almeida, director.

La Sinfonía sevillana (1920) prolonga esa mirada pictórica sobre Sevilla en tres movimientos que alternan evocación lírica y vitalidad rítmica; es una de las piedras angulares de su catálogo sinfónico. Con La oración del torero (1925), escrita primero para cuarteto de laúdes y transcrita después para cuarteto y orquesta de cuerdas, Turina destila intimismo y religiosidad en un trazo melódico recogido, como si escucháramos la plegaria antes de la lid.
Otra aportación mayor es Canto a Sevilla, Op. 37, un ciclo para voz y orquesta compuesto en 1925–1927 (y reorquestado en 1934) que traza un itinerario emocional por la ciudad —“Semana Santa”, “Las fuentecitas del Parque”, “La Giralda”, “Ofrenda”— con escritura vocal de gran plasticidad y una paleta orquestal sensual y colorista; su historia textual y versiones están bien documentadas en fuentes manuscritas y ediciones críticas.

"Canto a Sevilla, Op. 37"
María Espada, soprano.
BBC Philharmonic.
Juanjo Mena, director.

Además, dejó un legado fundamental para guitarra clásica, fruto de su relación con Andrés Segovia: Sevillana, Op. 29 (1923), Fandanguillo, Op. 36 (1925), Ráfaga, Op. 53 (1930), la Sonata en re menor, Op. 61 (compuesta en 1930 y estrenada por Segovia en Roma en 1932) y el díptico Homenaje a Tárrega, Op. 69 (1932, “Garrotín” y “Soleares”). En estas piezas incorpora formas y giros flamencos al lenguaje concertante del instrumento con escritura idiomática y carácter virtuosístico.
En paralelo a su catálogo —que abarca ópera, zarzuela, música de cámara y un extenso corpus pianístico—, Turina desempeñó un papel clave como profesor de composición en el Real Conservatorio de Madrid (desde 1930), académico de San Fernando (1935) y primer comisario de la recién creada Comisaría General de la Música (1940), hasta su fallecimiento en 1949.