A Catana Pérez de Cuello, mujer cincelada a golpes de Arte.
Así da comienzo la primera de las sinfonías de Alexander Scriabin. Una obra de juventud que va a marcar el inicio de un estilo diferente en la música que, por entonces, se estaba creando en Rusia.
En realidad, la obra tuvo un primer estreno sin el final coral, el 11 de noviembre de 1900 bajo la batuta de Liadov en San Petersburgo, siendo fríamente acogida por el público, con la consiguiente decepción de Scriabin.
En este, su segundo estreno, ya completa la sinfonía y en un concierto que se dedicó a la memoria de Nikolai. Rubinstein y dirigida, como hemos apuntado, por uno de sus mejores amigos y valedores de su obra, Vasili Safonov junto a la Russian Musical Society de Moscú, nuevamente se le dispensó una discreta acogida.
Sinfonía nº 1 en Mi mayor, Op. 26
Rundfunkchor Berlin.
Gerd Müller-Lorenz, director.
Gerd Müller-Lorenz, director.
Estamos ante una obra cargada de lirismo y provista de una gran intensidad emotiva. En su segundo movimiento, allegro dramatico, nos presenta el maestro un tema enérgico, que contrasta con el que nos ofrece el clarinete, siendo la sección de desarrollo de un intenso dramatismo y cuyo tema secundario, gracias al fortsissimo de las trompetas y cuerdas, aumenta en expresividad.
Continúa la sinfonía con un tercer movimiento lento, una dulce cantinela cromática del clarinete al que le sigue un segundo tema que, progresivamente, va ganando fuerza y amplitud. Reaparece el tema del clarinete para volver a una nueva fase expansiva del segundo tema, conduciéndonos a una plácida coda.
El cuarto movimiento, vivace, es el scherzo de la sinfonía. Un motivo danzante inspirado en el vals, dando paso a una sección central más dramática, que correspondería al clásico trío. Seguidamente, se reanuda la danza.
El quinto movimiento, allegro, nos muestra un tema más dramático relacionado con el primer movimiento.
Llegamos al final de la sinfonía, un movimiento andante que empieza con una introducción de la flauta, antes de que la mezzo-soprano interprete las primeras líneas del texto escrito por el propio compositor y que consiste en un himno al Arte. El tenor canta la segunda estrofa dando paso, alternativamente, a la soprano en una sección en forma de dúo y que termina con las siguientes frases:
En esta hora sombría y fría
en que el alma está llena de confusión
el hombre encuentra en ti la verdadera felicidad
del consuelo y el olvido.
Una sección orquestal actúa de interludio antes de que la mezzo-soprano continúe con la canción que, posteriormente, es interpretada por el tenor. Los temas usados son reminiscencias de los anteriores movimientos. Continúa el movimiento con un exaltado dúo, antes de dar paso a las frases finales.
Gentes de todo el orbe, unámonos todos, todos,
cantemos las loas del Arte.
La orquesta da paso a la fuga final cantada por el coro mixto sobre la breve frase siguiente.
Gloria al Arte, gloria por siempre, jamás.
Disfrutemos con esta música que es capaz de conectar al hombre con su lado más sagrado. Alexander Scriabin (1872-1915), consideraba el sonido como una esencia espiritual, un vehículo de expresión y de liberación metafísica.
El fracaso de esta primera Sinfonía no desanimó al maestro, como así lo demuestran sus palabras: "les demostraré que tengo algo más que decir".
El fracaso de esta primera Sinfonía no desanimó al maestro, como así lo demuestran sus palabras: "les demostraré que tengo algo más que decir".
En el mes de septiembre de 1901 le escribe una carta a Belaiev en la que le dice: "He estado trabajando todo el verano en una nueva sinfonía. Es muy larga y bastante complicada. Tendrá solamente cinco movimientos en vez de los seis de la primera sinfonía, pero será de lejos la más importante."
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