Después de la traumática muerte de su admirado Robert Schumann acaecida en 1856 en el sanatorio de Endenich, cerca de Bonn, Johannes Brahms dividió su tiempo entre Hamburgo, donde formó y dirigió un coro de señoras y Detmold, en el Principado de Lippe, donde fue profesor de música de la corte y director de orquesta. Fue su etapa en Detmold, entre 1857 y 1859, la determinante para, entrando en el conocimiento del repertorio clásico edificado en torno a Mozart, Beethoven y Schubert, empezar a componer sus partituras camerísticas.
La Sonata n° 1 en sol mayor, obra que nos ocupa, con número de opus 78, fue la primera en ser publicada y tocada con la autorización de Brahms, quien, tras concluirla en el verano de 1879 en Carintia, la estrenó en Viena el 20 de noviembre de ese mismo año con Hellmesberger, al violín.
Conocida como "Sonata de la lluvia" por su conexión temática y rítmica con el Regenlied, nº 3 de los ocho que constituyen la op. 59, ya que utiliza, con las debidas alteraciones, la melodía de esa canción en sus movimientos extremos. Tema muy semejante al de su compañera Nachklang, n° 4 de ese mismo opus, también compuesta sobre un poema de Klaus Groth. La base rítmica de esos dos lieder aparece, asimismo, en el comienzo de la Sonata y muy claramente en el Adagio.
Sonata para violín y piano nº 1 en Sol mayor, Op. 78
1.- Vivace ma non troppo. 2.- Adagio en Mi bemol mayor.
3.- Allegro molto moderato.
Itzhak Perlman, violín. Daniel Barenboim, piano.
La composición posee una importante riqueza temática. Tres temas y numerosas ideas secundarias abastecen el Vivace ma non troppo inicial, en donde Brahms hace gala de una notable inventiva. El desarrollo es ingenioso y variado, la reexposición es simétrica y la coda canta una vez más el tema principal, esa reminiscencia del Regenlied. El Adagio, nos evoca una canción de cuna, de esquema tripartito, con una sección central contrastante en menor que trae un nuevo tema propio de un cortejo fúnebre. El Allegro molto moderato combina las formas de sonata y de rondó y se extiende en una serie de sutiles variaciones sobre la cita, no literal, del Regenlied, a la manera practicada por Schubert en su Cuarteto "La muerte y la doncella" y en su Quinteto "La trucha". La obra termina en una especie de nostálgico olvido, sin traicionar su extracción en buena parte literaria y su lirismo de fondo. Una música líquida como corresponde a una Sonata del agua, como decía Haven Schauffler, que recordaba que Brahms tenía la misma pasión por el agua que Beethoven.
Disfrutemos de esta obra, iluminada por una extraña y difusa luz, envuelta en un halo nostálgico de austera poesía.
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