"Con relación a lo que pueden hacer las brujas, se dice que untándose con ciertos ungüentos, hechos con grasa de gato o de lobo o leche de burra, pueden salir de sus casas montadas en palos o escobas por una vía común e incluso por un agujero angosto y volar por los aires, y así transportarse de un lugar a otro hasta donde celebran sus festines y francachelas con diablos. Circula la idea de que las brujas de toda Germania, después de hacer su unto, son llevadas en cortísimo tiempo, durante la noche de las calendas de mayo, al monte llamado Blocksberg y Heinberg, en tierras de los bructeros, llevadas por sus demonios familiares y dilectos, que adoptan las formas de macho cabrío, puerco, ternero y otros animales semejantes. Trepados en ellos a horcajadas y tomando sus báculos, pasan toda la noche en juegos, comilonas y danzas con sus amantes".
Esta narración de un autor de principios del siglo XVII, donde cuenta "La noche de Walpurgis", celebración en el monte Broken, el punto más elevado de los Harz en Sajonia, de las fiestas a la Naturaleza, sirve de pie para introducirnos en la obra que hoy os propongo: "Die erste Walpurgisnacht, Op. 60" de Felix Mendelssohn, basada en una balada de J.W. Goethe.
Éste le había ofrecido esta pieza, anteriormente, a C.F. Zelter para que le pusiera música, sin que llegaran a un acuerdo.
En la “balada” que Goethe entrega a Mendelssohn, acomoda el texto a un guión ingenuo, divertido y muy original: druidas y sacerdotes del antiguo rito deciden dar un escarmiento a sus perseguidores cristianos pidiendo al pueblo asistente que se vistan de brujas y diablos, meigas y trasgos, y, haciendo gran ruido y escándalo, asusten y expulsen al enemigo , que los acosan y hostigan, para, así, poder celebrar tranquilamente sus cultos a la Madre naturaleza.
Mendelssohn es un genio a la hora de contar historias sin escena, música incidental o estampas sinfónicas; efectos de confusión, ruidos, palos, persecuciones y fugas realmente divertidos y sabios en su tratamiento orquestal; y con humor, con mucho humor del que ya hacía gala en sus shakespearianos Sueños de una noche de verano.
"Die erste Walpurgisnacht, Op. 60"
Arnold Schoenberg Chor.
The Chamber Orchestra of Europe.
Nikolaus Harnoncourt, director.
La Cantata consta de diez números, empezando con una amplia y vigorosa obertura: el mal tiempo, la tempestad de la montaña da paso a la primavera. "Es lacht der Mai", para tenor y coro, es un grito de ánimo del Druida que proclama la “sonrisa de Mayo”, lo que nos permite poder ascender hacia la cima de la montaña para celebrar los rituales y que es correspondido por los otros druidas y por todo el pueblo. No obstante, una anciana del pueblo, voz de contralto, junto con sus asustadas comadres, recuerdan el inconveniente de romper las nuevas normas impuestas por los “severos vencedores” y lo que ello les puede acarrear (Könnt ihr verwegen Handeln?): estamos a punto, dicen, de correr la misma suerte que la de nuestros hijos asesinados. El sacerdote, en la voz del bajo, se reafirma en su propuesta diciendo que el que no colabore bien se merece las cadenas que arrastran, porque el bosque es espacio libre y el verdadero templo para el culto; “vigilaremos desde la espesura”, nos dice; el pueblo asiente, cogiendo ramas y madera para hacer fuego, aunque aún se percibe el miedo en el ambiente: “en silencio, en silencio, en silencio….” Un guardia Druida, bajo, tiene la ocurrencia de dar un buen susto a la “clericalla enemiga”: ¿por qué no aterrorizarlos con sus propias e infames creencias? ¿de qué manera?: acudiendo con horcas y palos, asustándoles (Kommt mit Zacken und mit Gabeln); todos secundarán el juego, con unos deliciosos efectos orquestales. LLega uno de los momentos cumbres de la obra, la feroz batalla carnavalesca, con efectos de llamada, carreras, griterío y estrépito. El Sacerdote, voz de bajo, insiste en que hay que expulsarles de aquel sagrado espacio para poder cantar en paz al Dios del Universo. El desenlace en un doble canto a la naturaleza porque, aunque nos puedan arrebatar el rito y la práctica antigua “¿quién nos robará la luz?”, un precioso tema que el coro irá repitiendo en eco. En el lado contrario, un guardia cristiano, en la voz del tenor, y sus compañeros, viendo y oyendo lo que creen una turbamulta de demonios y brujas, vampiros y criaturas horrendas, huyen porque dicen que brota del suelo un olor a azufre infernal y se oye el silbido del “maligno”. El segundo canto y final de la obra es de victoria: un noble himno que el pueblo junto al sacerdote cantan en un coral: porque, aunque nos arrebaten el antiguo rito, “tu luz ¿quién nos la robará?”
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