Compuestos, el primero en 1838, y el segundo en 1839, los dos Nocturnos del Op. 37 fueron publicados al año siguiente en Leipzig, París y Londres.
Robert Schumann los ensalzó al contemplar su carácter más grave y reflexivo y la ausencia de los adornos habituales.
El primero de ellos, en sol menor, es sobrio en su escritura y poseedor de una melodía elegante y sentida, debido al contraste entre el canto nostágico y el coral, escrito en cuatro partes y de tonalidad mi bemol, poseedor de un carácter religioso y sereno.
Nocturnos Op. 37
Vladímir AshKenazi, piano.
El segundo nocturno, escrito en la tonalidad de sol mayor, es cautivador. Esas ondulaciones de la barcarola y el encanto, casi mágico, de la doble melodía en terceras, cuartas y sextas y, cómo no, la seductora y purísima inspiración del segundo tema, de una belleza arrebatadora.
Los ingleses bautizaron a estos nocturnos con el título de “Los suspiros”. ¿Alguien puede no exhalar siquiera uno de ellos al escuchar tales delicias?
Nocturnos Op. 37
Arthur Rubinstein, piano.
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