Moscú, 02 de diciembre de 1901. El violonchelista Anatoly Brandukov, dedicatario de la obra que vamos a escuchar y con el propio compositor al piano, va a estrenar la única Sonata para Violonchelo y Piano creada por Serguéi Rajmáninov.
Poco antes, y por lo tanto contemporánea de esta obra, el 24 de noviembre de 1901, Rajmáninov acaba de estrenar su maravilloso Concierto número 2 para piano y orquesta, Op. 18. Atrás quedan los años de depresión y un Rajmáninov ya plenamente recuperado de su crisis anímica y creativa, va a anunciar un año después el casamiento con su prima Natalia Aleksándrovna Sátina.
La Sonata constituye una joya dentro de su escasa música de cámara y, como en otras sonatas de músicos como Mendelssohn, Chopin o incluso Brahms, se discute si son obras para piano y violonchelo o viceversa. A Rajmáninov no le gustaba llamarla Sonata para Violonchelo, ya que era de la opinión de que ambos instrumentos, tanto Violonchelo como Piano, eran igualmente importantes.
Sonata para Violonchelo y Piano en Sol menor, Op. 19
1.- Lento - Allegro moderato. 2.- Allegro scherzando.
3.- Andante. 4.- Allegro mosso.
Daniil Schafran, violonchelo. Yakov Flier, piano.
Dividida en cuatro movimientos generosos, el primero de ellos comienza con una introducción lenta y tonalmente inestable en la que el piano se encarga de crear un ambiente sombrío.
El Allegro moderato que continúa, en su forma de sonata, nos presenta un primer tema pasional y brillante expuesto por el violonchelo. En el segundo tema, quizá algo schumaniano, es el piano el que cobra protagonismo extendiéndose durante todo el desarrollo. Será en la recapitulación, de forma muy libre, la que nos conduzca hasta una cadencia de carácter meditativo.
Llega el “Allegro scherzando” donde el ambiente se vuelve inquietante, alternándose momentos de nerviosismo con otros de profundo lirismo a cargo del violonchelo.
Sonata para Violonchelo y Piano en Sol menor, Op. 19_Andante
Mstislav Rostropóvich, violonchelo.
Vladimir Horowitz, piano.
… Y de pronto se detiene el tiempo. Un “Andante” milagroso. Un abrazo de nube blanca que, surgiendo ligera, se va agrandando hasta llegar a entoldar todo el firmamento.
Concluye la Sonata con un “Allegro mosso” en forma de rondó-sonata en el que los dos instrumentos parecen enfrentarse el uno al otro.
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