Verano de 1842. Los prados y bosques de Bohemia se encuentran en pleno esplendor. Se respira aire puro por doquier y la compañía de mi amadísima Clara me reconforta sobremanera. Volvemos a casa plenos de felicidad. Además, Clara acaba de decirme que se encuentra en estado por segunda vez. Estoy feliz y esperanzado.
En estas circunstancias, Robert Schumann emprende la composición de su maravilloso Quinteto en mi bemol mayor, Op. 44, lo dedica a Clara, su amada sobre todas las cosas desde aquel día del año 1835 en que la oyó decir cosas sensatas y vio brillar en sus ojos "un secreto y profundo rayo de amor". Sin duda el Quinteto en Mi bemol mayor supone uno de los momentos más álgidos de aquella inmortal historia de amor, que tantas dificultades tuvo que vencer al principio, debido a la férrea oposición del padre de Clara.
Pero hasta fue útil para forzar una reconciliación entre suegro y yerno. El viejo profesor Wieck, desde su soledad en Dresde, invitó a Clara a comienzos de 1853, pidiéndole que le llevase la partitura del Quinteto. Cuando lo leyó envió a Schumann una carta encabezada por la frase latina "Tempora mutantur et nos mutamus in eis" (Los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos) y donde, por primera vez, firmaba "tu padre".
Quinteto para Piano en Mi bemol mayor, Op. 44
Clifford Curzon, piano.
Budapest String Quartet.
Clifford Curzon, piano.
Budapest String Quartet.
El Quinteto, comienza con un "Allegro brillante" en forma sonata que es casi como el primer movimiento de un concierto para piano y orquesta, tal es la riqueza y virtuosismo de su escritura pianística.
Le sigue una imponente marcha fúnebre, quizá un homenaje a la Sinfonía Heroica del amado Beethoven, o un guiño al Schubert del Trío en mi bemol mayor, Op. 100, tan admirado por Schumann. El movimiento alterna una sección solemne y fúnebre con otra más melódica y serena protagonizada por el violín.
El tercer movimiento destaca por el episodio central, un canon entre el piano y el cuarteto de cuerdas; tiene dos tríos, en el primero de los cuales Schumann realiza una cita de la Romanza con variaciones, Op. 3 que Clara le había dedicado en 1833, antes de iniciarse sus relaciones, Schumann lo utilizaría en sus Impromptus sobre un tema de Clara Wieck, Op. 5, de aquel mismo año.
El “Finale” es auténticamente espectacular. Brillante y pleno de la inagotable inspiración melódica que Schumann despliega, a pesar de lo expuesto en los tres movimientos anteriores.
Escuchemos, con deleite, esta obra prodigiosa en la que Schumann consigue combinar a la perfección, el rigor constructivo con la fantasía más absoluta.
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