En el año 1717, Johann Sebastian Bach dejó su puesto en Weimar y aceptó el cargo de Kapellmeister en la corte de Anhalt-Köthen, bajo el mecenazgo del joven Príncipe Leopold. Este período, que se extendió hasta 1723, fue crucial en la vida del compositor: libre de las exigencias litúrgicas que marcarían su etapa en Leipzig, Bach pudo concentrarse en la música instrumental y secular, creando obras como las Suites para violonchelo, los Conciertos de Brandeburgo y numerosas cantatas profanas.
En este contexto surge la Cantata BWV 66a, titulada Der Himmel dacht auf Anhalts Ruhm und Glück (El cielo cuida la fama y la felicidad de Anhalt), compuesta para el cumpleaños del príncipe Leopold, celebrado el 10 de diciembre de 1718. La obra, hoy perdida en su forma original, fue concebida como una cantata festiva, con un texto alegórico que exaltaba la gloria y prosperidad del príncipe. Musicalmente, seguía la estructura típica de las cantatas cortesanas: coro inicial brillante, arias virtuosas, recitativos expresivos y duetos alegóricos, probablemente interpretados por solistas de la corte y acompañados por una orquesta rica en colores, con cuerdas, oboes y continuo.
Este encargo refleja la relación cercana entre Bach y Leopold, un príncipe amante de la música que incluso tocaba la viola da gamba. La corte de Köthen ofrecía a Bach un ambiente propicio para la experimentación y la excelencia instrumental, lo que explica el carácter jubiloso y refinado de BWV 66a.
"Cantata BWV 66a_Der Himmel dacht auf Anhalts Ruhm und Glück"
Mitteldeutsche Hofmusik.
Alexander Grychtolik, director.
Sin embargo, la historia de esta cantata no termina en Köthen. Cuando Bach se trasladó a Leipzig en 1723 para asumir el cargo de Cantor en la Thomasschule, su producción se orientó hacia la música sacra. En este nuevo contexto, Bach aplicó el principio de parodia: reutilizó la música de BWV 66a para crear la Cantata BWV 66 (Erfreut euch, ihr Herzen), estrenada el 10 de abril de 1724, en el lunes de Pascua. El texto cortesano se transformó en una meditación sobre la alegría de la Resurrección, pero la música conservó su carácter festivo, adaptando la métrica y el fraseo para ajustarse al nuevo texto.
Este proceso ilustra la pragmaticidad y maestría de Bach: lejos de considerar la reutilización como una limitación, la convirtió en una oportunidad para dar nueva vida a sus obras, integrándolas en un contexto teológico sin perder su fuerza expresiva. Así, BWV 66a no solo es testimonio del esplendor de Köthen, sino también un puente hacia la monumental producción sacra de Leipzig.
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