1 dic 2025

¡Valses para el Alma!

Entre 1834 y 1838, Frédéric Chopin, ya instalado en París y convertido en uno de los pianistas más admirados de la alta sociedad, compuso los tres valses que conforman el Opus 34. Estas piezas no fueron concebidas para el baile, sino para el salón: música refinada, íntima y cargada de matices psicológicos. Su estreno no fue un evento público masivo, sino que se dio en los círculos aristocráticos y artísticos donde Chopin se movía con naturalidad, interpretados por él mismo en reuniones privadas, probablemente en los salones de la condesa Marie de Castellane o de la Baronne d’Este, a quienes dedicó dos de las obras.
En esos años, Chopin vivía una etapa de contrastes: por un lado, el éxito social en París, rodeado de artistas y nobles; por otro, la fragilidad de su salud y una sensibilidad cada vez más introspectiva. Su relación con George Sand comenzaría poco después (1838), y el viaje a Mallorca estaba en el horizonte. Los valses reflejan esta dualidad: la brillantez exterior y la melancolía interior.
Robert Schumann describió los valses de Chopin como “valses para el alma, más que para el cuerpo”, lo que resalta su naturaleza introspectiva y emocional.

"Valses Op. 34"
Claudio Arrau León, piano.

Pequeña guía de audición:
Vals en La bemol mayor, Op. 34 n.º 1 (“Brillante”)
Forma: Estructura ternaria con secciones contrastantes, adornada con pasajes virtuosísticos y arpegios amplios.
Carácter: Alegre, expansivo, casi teatral. La tonalidad de La bemol mayor, favorita de Chopin, refuerza la sensación de luminosidad.
Conocido por su apertura con fanfarria y una sección central soñadora en Re bemol mayor. Es uno de los valses más largos de Chopin y fue dedicado a la condesa Josefina von Thun-Hohenstein.
Simbolismo: El esplendor social, la elegancia parisina. Es un vals que parece sonreír.

Vals en La menor, Op. 34 n.º 2
Forma: Más libre, con episodios modulantes que crean sensación de improvisación.
Carácter: Nostálgico, íntimo, con acentos que rompen la regularidad del compás ternario.
Aunque fue el primero en ser compuesto de los tres, fue el segundo en ser publicado. El Instituto Fryderyk Chopin cree que esta pieza fue compuesta en 1831.
Simbolismo: La soledad y la reflexión. Aquí el vals deja de ser danza para convertirse en confesión.

Vals en Fa mayor, Op. 34 n.º 3
Forma: Vivo y juguetón, con síncopas y cambios de registro que aportan frescura.
Este valz es alegre y vivaz, y a veces se le apoda el “vals del gato” debido a las notas del pasaje inicial que podrían ilustrar las cabriolas de un gato.
Carácter: Ligero, casi humorístico, pero siempre elegante.
Simbolismo: El juego y la libertad, como una conversación chispeante en un salón iluminado.

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