9 dic 2025

Joaquín Turina

Joaquín Turina (Sevilla, 9 de diciembre de 1882 – Madrid, 14 de enero de 1949) fue uno de los grandes arquitectos del nacionalismo musical español del primer tercio del siglo XX: formado primero en Sevilla y Madrid, completó estudios en París (Schola Cantorum) con Vincent d’Indy y Moritz Moszkowski, y allí asimiló el color impresionista de Debussy y Ravel mientras Isaac Albéniz y Manuel de Falla le animaban a abrazar la raíz andaluza que acabaría definiendo su voz propia. En 1914 regresó definitivamente a Madrid y empezó a consolidarse como compositor, docente y crítico, convirtiéndose en figura central de la vida musical española. 
Su primer gran éxito orquestal fue La procesión del Rocío, Op. 9, poema sinfónico compuesto en 1912 y estrenado el 30 de marzo de 1913 en el Teatro Real por Enrique Fernández Arbós: una estampa sonora de la romería trianera donde el júbilo popular y el fervor religioso se funden en una orquestación brillante.

La procesión del Rocío, Op. 9
Orquesta Nacional de España. 
Ataulfo Argenta, director.

De ahí en adelante, Turina depuró un estilo de armonías ricas y ritmos acerados que, sin renunciar al refinamiento francés, palpita con acentos del flamenco y de la canción andaluza. Entre sus obras más famosas figura Danzas fantásticas (1919), ciclo concebido para piano y luego orquestado, donde el lenguaje moderno enmarca el carácter danzable de la tradición española; su recepción temprana lo situó junto a Falla y Albéniz como referente del sinfonismo nacional. 

"Danzas fantásticas, Op. 22"
Alicia de Larrocha, piano.

"Danzas fantásticas, Op. 22_Orquestal"
Bamberg Symphony Orchestra
Antonio de Almeida, director.

La Sinfonía sevillana (1920) prolonga esa mirada pictórica sobre Sevilla en tres movimientos que alternan evocación lírica y vitalidad rítmica; es una de las piedras angulares de su catálogo sinfónico. Con La oración del torero (1925), escrita primero para cuarteto de laúdes y transcrita después para cuarteto y orquesta de cuerdas, Turina destila intimismo y religiosidad en un trazo melódico recogido, como si escucháramos la plegaria antes de la lid.
Otra aportación mayor es Canto a Sevilla, Op. 37, un ciclo para voz y orquesta compuesto en 1925–1927 (y reorquestado en 1934) que traza un itinerario emocional por la ciudad —“Semana Santa”, “Las fuentecitas del Parque”, “La Giralda”, “Ofrenda”— con escritura vocal de gran plasticidad y una paleta orquestal sensual y colorista; su historia textual y versiones están bien documentadas en fuentes manuscritas y ediciones críticas.

"Canto a Sevilla, Op. 37"
María Espada, soprano.
BBC Philharmonic.
Juanjo Mena, director.

Además, dejó un legado fundamental para guitarra clásica, fruto de su relación con Andrés Segovia: Sevillana, Op. 29 (1923), Fandanguillo, Op. 36 (1925), Ráfaga, Op. 53 (1930), la Sonata en re menor, Op. 61 (compuesta en 1930 y estrenada por Segovia en Roma en 1932) y el díptico Homenaje a Tárrega, Op. 69 (1932, “Garrotín” y “Soleares”). En estas piezas incorpora formas y giros flamencos al lenguaje concertante del instrumento con escritura idiomática y carácter virtuosístico.
En paralelo a su catálogo —que abarca ópera, zarzuela, música de cámara y un extenso corpus pianístico—, Turina desempeñó un papel clave como profesor de composición en el Real Conservatorio de Madrid (desde 1930), académico de San Fernando (1935) y primer comisario de la recién creada Comisaría General de la Música (1940), hasta su fallecimiento en 1949.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.