17 nov 2025

El siervo despiadado

En el otoño de 1726, Leipzig respira el rigor de la Reforma y la solemnidad del calendario litúrgico. Johann Sebastian Bach, Kantor de Santo Tomás, se enfrenta a la paradoja de su tiempo: una ciudad que exige música para la gloria de Dios, pero le niega los medios para alcanzarla. Entre tensiones con el concejo municipal y la rutina de la enseñanza, surge una obra singular: la cantata BWV 55, la única que confía su voz entera a un tenor solitario. Bach, con 41 años, casado con Anna Magdalena desde 1721 y con varios hijos, aunque su posición en Leipzig era estable, mantenía tensiones con el concejo municipal. El concejo esperaba un Kantor que se centrara en la enseñanza y mantuviera la música en un nivel “aceptable”, no necesariamente excepcional. Bach, en cambio, aspiraba a un alto nivel artístico, lo que implicaba más recursos y mejores músicos.
La cantata compuesta por Bach en 1726 para el 22.º Domingo después de Trin­idad, se estrenó el 17 de noviembre del mismo año en Leipzig. Con libreto de Christoph Birkmann (movs. 1-4) y un verso de Johann Rist (Mvt 5), está inspirado en la parábola del siervo despiadado (Mateo 18:23–35) y tiene referencias a Filipenses 1:3–11.
La obra, se abre con una confesión desnuda: “Yo, pobre hombre, siervo del pecado”. No hay coro que amortigüe la culpa; el solista se expone como el alma que tiembla ante la justicia divina. Bach traduce esta angustia en música: la ausencia de la viola deja un vacío sonoro, mientras el flauto traverso y el oboe d’amore dibujan líneas quebradas, como suspiros que se disipan en el aire.
Tras el recitativo severo, la segunda aria implora: “Erbarme dich”. Aquí, la flauta no acompaña: dialoga, consuela, se convierte en voz paralela que sugiere la posibilidad del perdón. Es un anticipo del pathos que, meses después, resonará en la Pasión según San Mateo.
El coral final, sencillo y firme, restituye la paz: “Aunque me haya apartado de Ti, no me dejes”. La armonía congrega lo que antes era soledad; la comunidad abraza al penitente. Es la síntesis teológica del ciclo: la culpa no es el último acorde, sino la gracia.
Así, en medio de disputas administrativas y limitaciones materiales, Bach escribe no solo música, sino teología sonora.

"Cantata BWV 55_Ich armer Mensch, ich Sündenknecht"
Knabenchor Hannover.
Leonhardt Consort.
Gustav Leonhardt, director.

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