En el otoño de 1726, Leipzig respira el rigor de la Reforma y la solemnidad del calendario litúrgico. Johann Sebastian Bach, Kantor de Santo Tomás, se enfrenta a la paradoja de su tiempo: una ciudad que exige música para la gloria de Dios, pero le niega los medios para alcanzarla. Entre tensiones con el concejo municipal y la rutina de la enseñanza, surge una obra singular: la cantata BWV 55, la única que confía su voz entera a un tenor solitario. Bach, con 41 años, casado con Anna Magdalena desde 1721 y con varios hijos, aunque su posición en Leipzig era estable, mantenía tensiones con el concejo municipal. El concejo esperaba un Kantor que se centrara en la enseñanza y mantuviera la música en un nivel “aceptable”, no necesariamente excepcional. Bach, en cambio, aspiraba a un alto nivel artístico, lo que implicaba más recursos y mejores músicos.
La cantata compuesta por Bach en 1726 para el 22.º Domingo después de Trinidad, se estrenó el 17 de noviembre del mismo año en Leipzig. Con libreto de Christoph Birkmann (movs. 1-4) y un verso de Johann Rist (Mvt 5), está inspirado en la parábola del siervo despiadado (Mateo 18:23–35) y tiene referencias a Filipenses 1:3–11.
La obra, se abre con una confesión desnuda: “Yo, pobre hombre, siervo del pecado”. No hay coro que amortigüe la culpa; el solista se expone como el alma que tiembla ante la justicia divina. Bach traduce esta angustia en música: la ausencia de la viola deja un vacío sonoro, mientras el flauto traverso y el oboe d’amore dibujan líneas quebradas, como suspiros que se disipan en el aire.
Tras el recitativo severo, la segunda aria implora: “Erbarme dich”. Aquí, la flauta no acompaña: dialoga, consuela, se convierte en voz paralela que sugiere la posibilidad del perdón. Es un anticipo del pathos que, meses después, resonará en la Pasión según San Mateo.
El coral final, sencillo y firme, restituye la paz: “Aunque me haya apartado de Ti, no me dejes”. La armonía congrega lo que antes era soledad; la comunidad abraza al penitente. Es la síntesis teológica del ciclo: la culpa no es el último acorde, sino la gracia.
Así, en medio de disputas administrativas y limitaciones materiales, Bach escribe no solo música, sino teología sonora.
"Cantata BWV 55_Ich armer Mensch, ich Sündenknecht"
Knabenchor Hannover.
Leonhardt Consort.
Gustav Leonhardt, director.

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