25 ene 2021

Obra Maestra

Hoy es 2 de octubre de 1828. Dentro de mes y medio voy a morir. Ya sé que dicen que “ando por el mal camino”. 
Pero hoy, en carta a mi amigo y editor de Leipzig, Probst, le cuento que he puesto música a algunas canciones de Heine y que, finalmente, he terminado un Quinteto para dos violines, una viola y dos violonchelos. 
Mi cuerpo se va deteriorando, poco a poco, pero mi alma solo piensa en Música. Estoy terminando tres sonatas para piano y, en mente, está ya el germen del Lied “El pastor en la roca”.


Quinteto para cuerdas en Do mayor, D. 956
1.- Allegro ma non troppo. 2.- Adagio.
3.- Scherzo. Presto - Trio. Andante sostenuto.
4.- Allegretto.
Cuarteto Végh y Pablo Casals, violonchelo.

El Quinteto en Do mayor de Franz Schubert, es, en todo caso, la obra prácticamente final de su música de cámara, una de las obras más importantes y emotivas de su vida y, sin duda, una de las obras maestras de la historia de la música. 
Obra emparentada con la Misa en Mi bemol D. 950 y de su última Sinfonía, la “grande”, D. 944, estamos ante el “canto del cisne” de Shubert. Escrita en la tonalidad aúlica de Do mayor, al igual que los Quintetos de sus amados y admirados Mozart y Beethoven, según comenta Charles Rosen, pianista y teórico musical estadounidense, el tema de apertura de la obra de Schubert emula muchas características del tema de apertura del quinteto de Mozart, como giros decorativos, longitudes irregulares de frases y arpegios en staccato ascendentes. 
Schubert adopta una instrumentación poco convencional, empleando dos violonchelos, nítidamente diferenciados, en lugar de dos violas, con una muy ingeniosa repartición de los papeles de los cinco instrumentos en búsqueda de nuevas sonoridades y una sorprendente función melódica de los tres instrumentos centrales. 
Y cómo no caer rendidos ante el elegíaco prodigio en Mi mayor del Adagio, el segundo movimiento del Quinteto de Schubert, ante el que toda explicación o intento de análisis está de sobra. 
Solo nos queda disfrutar de esta belleza absoluta y admirar a su creador.

18 nov 2019

Las desventuras del joven Brahms

Año de 1855. Tengo 22 años. Actualmente vivo en Düsseldorf, en casa de los Schumann; mi admirado Robert se encuentra recluido...; y yo, estoy comenzando a escribir un Cuarteto. Es todo tan doloroso… Son tantos los episodios que me inquietan y que quiero volcar en esta pieza que creo que no voy a atreverme a publicarla. Estoy intentado expresar en ella confidencias tan íntimas y personales que prefiero que esta obra no vea la luz; quizá más adelante… 
Esta recreación que me he permitido la licencia de plasmar en estas notas escritas, quizá fuese el pensamiento real de Johannes Brahms cuando se enfrentó al que va a convertirse en su Cuarteto nº 3, Op. 60. Tendrían que pasar seis años más para que volviera nuevamente a su composición; en ese momento, estaba preparando los otros dos cuartetos con piano que fueron terminados en la ciudad de Hamm; tampoco llegó a concluir este cuarteto; quizá no quería empañar su feliz estancia en casa de la señora Rósing.
En 1868, durante su apacible otoño en Oldenburg, junto a Clara Schumann y su hija María, vuelve a retocar el cuarteto. Nuevamente retomado en 1873, año en el que asiste junto a Clara Schumann al festival homenaje que la ciudad de Bonn rinde a Robert Schumann, aún tendrían que pasar dos años más, en concreto durante el verano que pasara en Ziegelhausen junto a Heidelberg en 1875, para que, por fin, el Cuarteto quedara listo para su edición, que fue llevada a cabo por Simrock en noviembre de aquel año. 
Concebido el cuarteto, en un primer momento, en la tonalidad de Do sostenido menor y transformado definitivamente en Do menor, en una carta dirigida en 1875 a su editor Fritz Simrock, Brahms le escribe: "Puede usted poner en la portada un cuadro que represente una cabeza y una pistola delante de ella. Así podrá tener una idea de lo que significa la música". Y en otra carta anterior, dirigida esta vez a su amigo el Kapellmeister de Oldenburg, Hermann Dietrich, a propósito de este cuarteto, escribe: "Imagina a un hombre que va a saltarse la tapa de los sesos porque para él es la única solución". Por eso el Cuarteto en Do menor ha sido llamado "Werther Quartett", en referencia a la célebre novela “Die Leiden des jungen Werther” (1774) (Las desventuras del joven Werther) de un Goethe tan inmerso en la corriente pre-romántica del "Sturm und Drang" como el Johannes Brahms del llamado "período Düsseldorf" (1853-1856).

Cuarteto para piano y cuerdas nº 3 en do menor, Op. 60
Derek Han, piano. Isabelle Faust, violín.
Bruno Giuranna, viola.
Alain Meunier, violonchelo.

El "Allegro non troppo" del primer movimiento se inicia con un bellísimo tema en forma de sonata. Sumamente melancólico, de él emana la dulce paz que a Brahms le proporcionaba la naturaleza. 
El "Scherzo" siguiente es un movimiento lleno de resonancias del Brahms juvenil que asombró a Schumann, donde un segundo tema contrasta con la vehemencia del primero por su clima oscuro y brumoso. 
El "Andante", a modo de lied, con un primer tema melódico y un segundo sincopado que destaca por su ritmo. ¿Ese canto del violonchelo, es quizá una declaración de amor a Clara, su amor imposible? 
El Finale, consta de tres temas. La pasión contenida sigue en pie, pero surgen, junto a expresiones atormentadas, atisbos de conformidad ante el sufrimiento en el serio tercer tema, como un coral, y en la coda que para algunos comentaristas libera a Brahms de la tormentosa pasión que suscitó esta obra sincera, honda y autobiográfica. 
El Cuarteto Op. 60 se interpretó por primera vez en la casa del Dr. Billroth, gran amigo de Brahms y célebre cirujano, que llegó a dirigir el departamento de esa especialidad en la Universidad de Viena. Fue en Ziegelhausen el 17 de julio de 1875. Clara Chumann estuvo presente y, sin duda alguna, quedaría igual de conmovida que quedamos nosotros después de escuchar esta música desgarradora.

24 oct 2019

Camino hacia la Vida

Con un destino desconocido, pero sin duda escrito para el uso fúnebre al igual que el BWV 228, el Motete BWV “Komm, Jesu, Komm” (Ven, Jesús, ven) de Johann Sebastian Bach, del que se desconoce su fecha de creación aunque se cree que fue escrito entre 1723 y 1734, posee un sentido antiguo y tradicional. Concebido para dos coros, nos encontramos ante un motete en la más antigua acepción del término, modelándose cada segmento musical sobre una frase y articulándose entre ellas las diferentes partes, creando un todo unitario.
Estilos homofónicos redondos, imitaciones a modo de pregunta-respuesta, repartidos en ambos coros para terminar todos juntos al unísono, buscando el equilibrio siempre magistral de nuestro dios Bach; partes fugadas “… der saure Weg”, en un contrapunto a ocho voces o los cambios de estilo propiciados por la estética diferente de cada uno de los coros no exentos de una extrema dificultad. Un epílogo intitulado “aria” termina el motete. En realidad se trata de un coral a cuatro partes con los dos coros fundiéndose en uno solo y cuya melodía no se corresponde con ningún coral del repertorio de la Iglesia Luterana sino que procede del mismo Bach.

Komm, Jesu, Komm BWV 229
Collegium Vocale Gent.
Philippe Herreweghe, director.

1. Coro I – II (P. Thymich, 1697):
Komm, Jesu, komm, mein Leib ist müde,
die Kraft verschwindt je mehr und mehr,
ich sehne mich nach deinem Frieden;
der saure Weg wird mir zu schwer.
Komm, komm, ich will mich dir ergeben,
du bist der recht Weg, die Wahrheit und
das Leben.

Ven, Jesús, ven, mi cuerpo está cansado,
mis fuerzas flaquean más y más, siento
anhelo de tu paz;
el amargo curso de la vida se me hace
demasiado duro.
Ven, ven, quiero abandonarme a ti, tú
eres el camino recto, la verdad y la vida.

2. Coral (P. Thymich, 1697):
Drum schliess ich mich in deine Hände
und sage, Welt zu gutter Nacht!
Eilt gleich mein Lebenslauf zu Ende,
ist doch der Geist wohl angebracht,
er soll bei seinem Schöpfer schweben,
weil Jesus ist und bleibt
der wahre Weg zum Leben.

Por ello me entrego a tus manos
y digo al mundo: ¡buenas noches!
Cuando el curso de mi vida llegue a su
fin, mi alma se hallará dispuesta
y se elevará hacia su Creador,
pues Jesús es y seguirá siendo
el verdadero camino hacia la vida.