28 mar 2016

Canto Znamenny

Tumba de Serguéi Rajmáninov
Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.
Este cántico de Simeón, extraído del Evangelio de San Lucas y que, como quinto movimiento, figura en la obra que nos ocupa, fue interpretado por el Coro de Cámara de Moscú, dirigido por Georges Gachot y, por petición propia del propio Serguéi Rajmáninov, cantado en su funeral.
Para entender las Vísperas, Op. 37 de Rajmáninov, habría que remontarse a las rutas ancestrales que la música eclesiástica llevaban a Bizancio, a los Padres Griegos y a conectar, al fin, con los mismos elementos que en Occidente dieron origen al gregoriano, a las primeras polifonías, a los primeros sistemas de notación. Durante los siglos que tardó la cristianización de las tierras eslavas, floreció un arte vocal que, en el canto llano, se denominó “canto znamenny”, llamado así por los signos inamena inventados para escribirlo; en él se preservaron los melismas con que la voz alarga las sílabas, tradición oriental que en Occidente había sido contenida por la exactitud del latín. El znamenny absorbió también la influencia folklórica y cuando Rajmáninov compuso sus Vísperas, no sólo usó entonaciones tradicionales de este canto sino incluso escribió lo que él mismo llamaba «falsificaciones conscientes», que armonizan perfectamente con las demás.

Vísperas, Op. 37
Olga Borusene, soprano.
Yuri Korinnyk, Mykhaylo Tyshchenko, tenores.
The National Academic Choir of Ukraine ‘Dumka’
Yevhen Savchuk, director.

Rajmáninov, conoció en sus años de estudiante a Stepan Vasílievich Smolensky, Catedrático entonces de Música Sacra en el Conservatorio de Moscú y director de la Escuela Sinodal de Canto Eclesiástico de la capital rusa. El profesor Smolensky, había acudido personalmente a las fuentes vivas de la música religiosa, repasando manuscritos y prácticas interpretativas en desuso. Este conocimiento, facilitó que, en apenas dos semanas, a principios de 1915, Rajmáninov compusiera sus Vísperas, uno de los mayores logros de la edad dorada de la música sacra ortodoxa rusa y, junto con “Las Campanas", una de las dos obras favoritas del compositor. Estrenada la noche del sábado 10 de marzo de 1915 del calendario juliano, tuvo un éxito tan arrollador, que hubo que volver a interpretarla cinco veces más durante el mes siguiente.
Rajmáninov, pues, tomó como punto de partida una serie de melodías o cantos propios de la liturgia ortodoxa, cantos de tipo znamenny´, en los números 7, 8, 9, 12, 13 y 14, cantos de tipo Griego, en los números 2 y 15, y finalmente cantos de tipo Kiev en los números 4 y 5, un estilo que refleja la influencia que tuvo Ucrania durante un tiempo en el seno de la Iglesia Ortodoxa. 
Disfrutemos con las maravillosas melodías que encierran estas sublimes piezas. Cerremos los ojos y, a través de sus sonoridades, quizá podamos llegar a evocar la infancia del entonces niño Serguéi, asistiendo, conducido por las manos amorosas de su abuela, a los oficios religiosos de su ciudad natal. Soñemos…

15 mar 2016

Un Réquiem Revolucionario

Luigi Cherubini
París, 21 de enero de 1817. En la basílica de Saint Denis va a tener lugar el estreno de una obra, que va a suponer un hito en el devenir de ese género dentro del periodo romántico. Se trata del Réquiem en Do menor de Luigi Cherubini. Su estructura y estilo, van a marcar la pauta para dos generaciones de compositores y va a anticipar las obras que, dentro del mismo estilo, acabarían componiendo Berlioz, Brahms y el propio Verdi.
Para conocer el origen de esta composición, hemos de trasladarnos a 1789. En ese año, que marcaría el comienzo de la Revolución Francesa, Cherubini fue nombrado director de una nueva compañía de ópera promovida por el entonces conde de Provenza, hermano del malogrado Luis XVI y que, con el devenir del tiempo, llegaría a convertirse en rey de Francia bajo el nombre de Luis XVIII. El movimiento revolucionario, que terminaría teniendo a la cabeza a un emperador, Napoleón I, se extendió hasta 1814, dos años después Luis XVIII instauraría la nueva monarquía, esta vez constitucional. Sería este monarca el que consideraría justo hacer un homenaje al único rey que fue decapitado en la revolución, siendo así que encargó a Luigi Cherubini para que compusiera, en honor y recuerdo de su hermano, el decapitado Luis XVI, una misa de difuntos.

Réquiem en Do menor
Orchestra Giovanile “Luigi Cherubini”
Riccardo Muti, director.

Escrito pues, y estrenado en memoria de Luis XVI, el primero de los dos Réquiem que compuso el músico italiano, consta de siete movimientos a los que el propio Cherubini le añadiría, cuatro años más tarde, una marcha fúnebre y un motete, que no suelen interpretarse.
El siglo XIX asistió, con este Réquiem, a la transformación de este género, que, tratándose eminentemente de una pieza de culto, pasó a convertirse en una de concierto; permitiendo así, que elementos musicales profanos se introdujeran en la composición de este tipo de obras. 
Escuchemos con veneración este Réquiem al que Beethoven profesaba tal admiración, que llegó a declarar que si alguna vez componía una obra similar, tomaría, sin duda, el de Cherubini como modelo.

Riccardo Muti
Riccardo Muti (Nápoles, 28 de julio de 1941 - )

8 mar 2016

Madrigales de Muerte

Carlo Gesualdo
Ocho de septiembre de 1613. En la ciudad de Gesualdo, ubicada en la región de la Campania italiana, ha aparecido, en su castillo, el cuerpo desnudo y lacerado de Carlo Gesualdo, Príncipe de Venosa y Conde de Conza. La temprana muerte de sus dos hijos, se le llega a acusar de la muerte del primero de ellos, le ha hecho entregarse a sesiones de terribles flagelaciones, a modo de purgación.
Nacido en Venosa, Basilicata, un ocho de marzo de 1566, en el seno de una familia aristocrática estrechamente relacionada con la Iglesia; era sobrino del arzobispo de Nápoles, Alfonso Gesualdo y de San Carlos Borromeo, y sobrino nieto del Papa Pío IV; comenzó sus estudios musicales en la academia fundada por su padre y frecuentada por importantes músicos. De la primera etapa de su vida poco se sabe, salvo que se trataba de un joven noble que había estado en contacto con la música desde la infancia y que ésta había sido su gran centro de interés. Su padre se había rodeado de músicos destacados y en ese ambiente se formaron los oídos de Carlo, influenciado por nombres como los de los compositores Pomponio Nenna, Giovanni de Macque y Scipione Dentice.
En 1586, a los 20 años, Carlo Gesualdo se casa con su prima, Maria d’Avalos, hija del marqués de Pescara. Aquí comenzaría su auténtica tragedia y, al mismo tiempo, la chispa detonante de su estilo creativo. La infidelidad continuada de su esposa con Fabrizio Carafa, duque de Andria, terminaría de forma dramática. El 16 de octubre de 1590, Carlo, avisaría a María de sus planes de salir de caza a los bosques de los Astroni, por lo que se ausentaría durante dos días. Todo estaba perfectamente planeado. La noche del 17 de octubre, los dos amantes serían atrapados en flagrante adulterio siendo bárbaramente ajusticiados, descuartizados y dejados a la vista de todos en las escaleras del Palazzo. Carlo fue exculpado de tan horrible crimen, el "derecho" aplicable entonces y las costumbres de la época, unido todo ello a la importancia del personaje, hicieron que el proceso se archivara, tan solo un día después de su apertura: "por orden del virrey por cuanto la notoriedad de la causa justa de la cual fue afrentado don Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa, para castigar a su mujer y al duque de Andria".
Aconsejado para que se marchase de Nápoles, a causa de una posible venganza por parte de los familiares de los asesinados, se retiró a su Castillo de la ciudad de Gesualdo.
Un segundo matrimonio de Carlo, no llegó a paliar, en absoluto, la conciencia de culpa que le martirizaría durante el resto de su vida.


Madrigales a 5 voces_Libro VI. 
     Ensemble "Métamorphoses" .


Los libros de madrigales son sus obras más célebres, donde las tensiones cromáticas avanzan con un tempo solemne, oscuro, y sin embargo sereno, como de anticipada paz y reconciliación.
Stravinsky dijo de su música: “Los músicos debemos salvar a Gesualdo de los musicólogos, pero los segundos lo han hecho mejor hasta ahora. Todavía hoy es poco respetable para las academias, todavía demasiado excéntrico y cromático, todavía difícil de cantar”.
Salvemos nosotros su música, ese continuo vaivén del gozo a la sombra, ese paso de la feliz consonancia armónica a la disonancia extrema. Avanzando, con dolorosa gioia, hasta su consunción. Hasta la muerte.