«Tenía ante sí el atril del piano y un cuaderno de papel pautado. Sostenía el lápiz en la mano y miraba a lo lejos, como si escuchara sonidos sólo audibles para él. Luego, girando de pronto la cabeza, levantaba el lápiz y lo hacía volar sobre el papel, llenándolo de notas. Continuaba así durante un cuarto de hora -y a veces media hora o más-, hasta que volvía a su posición anterior de concentración inmutable.»
Así nos describe a Serguéi Prokófiev el pintor Igor Gabar, con motivo del cuadro que le hiciera en 1934.
De 1925 data la obra que nos ocupa. Se trata de sus "Cinco melodías para violín y piano". Parten de una revisión de las Cinco canciones sin palabras que compusiera entre 1920-21 en California, durante la gira americana que emprendiera a raíz de la suspensión de su ópera "El amor de las tres naranjas". Prokófiev, encantado con el paisaje y el mar californianos, en esos momentos de paz espiritual, escribe estas canciones, en las que, mostrando al Prokófiev más lírico, le da una mayor importancia a la melodía.
Utiliza la voz como un puro instrumento y le pone un acompañamiento pianístico totalmente al servicio de esa línea melódica. Es su estilo más suave y fluido. Son unas canciones tan «instrumentales» que le resultó muy fácil, en 1925, hacer la trascripción para violín y piano, resultando ser la versión más conocida y la que pasamos a continuación a escuchar.
Cinco Melodías para Violín y Piano, Op. 35b
David Oistrakh, violín.
Vladimir Yampolski, piano.
Prokofiev, además de un compositor admirable, fue un excelente pianista. Su música es fiel testigo del tiempo en el que vivió y la audición de la misma, nos dará alguna de las claves para comprenderlo mejor. Podremos, además, experimentar el placer de escuchar obras tan inteligentemente planeadas como bien resueltas y acabaremos disfrutando de ese, su gusto por las disonancias y de esa, su predilección por los ritmos rápidos y sincopados.
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