Fuertemente influenciado por Chopin y Wagner, Alexander Nikoláyevich Scriabin, comenzó su carrera como compositor creando obras elegantes de gran inspiración melódica y armónica, cargadas de sutilezas y con una inclinación por la irregularidad rítmica y el empleo del tempo rubato.
En su producción temprana, Scriabin, es un compositor de ascendencia claramente post-romántica, al igual que su compañero Rachmaninoff, coetáneo suyo que le sobreviviría largamente. Pero Scriabin fue mucho más lejos que su amigo en la indagación de un desarrollo posible de la armonía y de la tonalidad hasta tocar sus límites.
La Fantasía Op. 28 en Si menor, que marca el punto de inflexión en la evolución de su lenguaje armónico, podríamos decir, sin lugar a equivocarnos, que está inspirada en gran medida, por la forma de la Fantasía Op. 49 de Chopin. Esta obra delicada, con un punto inquietante de desasosiego y oscuridad, punzada de melancolía, fue escrita por Scriabin en 1900.
Con un comienzo "moderato", presenta un sentido profundo y tranquilo. El "più vivo" que le sigue es el contrapeso lírico de enorme belleza que conduce a un "apassionato" desatado, resumen perfecto del espíritu y la música de un autor que oscila entre lo decadentemente sublime y las disonancias que auguraban tiempos nuevos.
Fantasía, Op.28
Lazar Berman, piano
Nietzsche dice en su libro, "Así habló Zaratrustra", que "Es preciso llevar un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz". Scriabin, el "padre de la música del futuro", como diría de él Dane Rudhyar, teosofista y compositor, en sus últimas obras, consiguió liberarse de los lazos de la tonalidad, llegando a encontrar la respuesta al enigma de la "música cósmica” y pariendo varias de esas estrellas fugaces.
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