Febrero de 1904. En el Teatro de La Scala de Milán, acaba de finalizar el último ensayo de la ópera Madama Butterfly. La orquesta, puesta en pie, ovaciona de manera entusiasta a su autor, expresando así su satisfacción ante una obra que considera de enorme calidad y de la que su compositor, Giacomo Puccini, está seguro de su éxito. El reparto es extraordinario: Rosina Storchio en el papel de Butterfly; para Pinkerton, se ha elegido a Giovanni Zenatello y Giuseppe de Luca interpreta al cónsul Sharpless; todos ellos dirigidos bajo la batuta de Cleofonte Campanini. No se han escatimado gastos en nada, incluida una puesta en escena espectacular.
El 17 de febrero, tal y como se tenía pensado, es el día del estreno. Suenan los primeros acordes, se abre el telón y de pronto… ¡Pobre Puccini! Tanto trabajo, tanta pasión, tantas ilusiones…, se vienen abajo en un instante. En el patio de butacas empieza a desarrollarse otro tipo de representación, esta otra, la de un drama real que, tan cruel como la de aquel otro que transcurre en el escenario, parece incluso interactuar con el mismo. Butterfly estaba sentenciada antes de que ella misma decidiera quitarse la vida y Puccini, condenado antes de que los primeros sonidos musicales llenaran la sala. Las envidias profesionales y editoriales, incapaces de soportar un nuevo éxito del compositor, decidieron ajusticiarlo, ayudándose también del buen trabajo llevado a cabo por la claque que consiguieron que la ópera fuera inaudible. La crítica, que no estaba preparada para escuchar un lenguaje armónico tan novedoso, tampoco sale en defensa del Maestro, que atónito, apenas da crédito a lo que está sucediendo. Terminada la velada de La Scala, ya en casa, Puccini, recordando las palabras de Butterfly que tanto en el drama como en la vida real se han convertido en premonitorias, escribe en el programa del estreno: Rinnegata e felice! Es así como se siente. En esta tesitura, escribe a Camilo Bondi “Con el ánimo triste, pero imperturbable, tengo que comunicarte que he sido linchado. Estos caníbales no escucharon ni una sola nota. ¡Qué orgía de espantosa locura, llena de odio! Pero mi Butterfly sigue siendo lo que es: la ópera más sentida y más expresiva que he escrito”. Puccini, a pesar de todo, está seguro de un trabajo que le ocupó más de tres años. Sabe que la música que adorna al libreto que en italiano escribieran Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, es excepcional; y es consciente de que ha escrito una nueva página en la Historia de la Música. Convencido de la calidad de su composición y no dudando, ni un momento, del éxito final de la misma, con ligeros cambios, tres meses más tarde, Madama Butterfly volverá a estrenarse en el Teatro Grande de Brescia con plena aceptación por parte de un público que, en esta ocasión, aclama al compositor.
Madama Butterfly
Escuchemos esta "tragedia japonesa" que condensa toda la ingenuidad, el amor y el sacrificio de las heroínas de la historia de la ópera, junto a una partitura que contribuye a exaltar el drama escénico. Dejémonos tocar las fibras más íntimas del sentimiento humano. Abramos nuestros corazones a Madama Butterfly, quizá, como género humano, aún tengamos solución si somos capaces de dejarnos enternecer ante el triste sino de esta mariposa clavada en el alfiler del egoísmo.
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