26 ene 2017

Camino de la Luz

Johann Sebastian Bach
Leipzig, 11 de abril de 1727. Es Viernes Santo y en la Thomaskirche (la Iglesia de Santo Tomás) se encuentra todo dispuesto para que de comienzo el servicio de Vísperas. La gente, desde sus bancos, observa extrañada las tribunas laterales de la Iglesia. En cada una de ellas, se haya dispuesto un coro y una pequeña orquesta.
La obra que se va a representar, dividida en dos partes que, como es costumbre, se enmarcará en el sermón de ese día, va a desplegar ante sus ojos atónitos, prácticamente, todas las formas musicales hasta entonces conocidas: recitativos acompañados y secco, arias, armonizaciones de corales tradicionales, coros, incluso la forma motete. Pero además, en ella, y gracias a la ocurrencia de enfrentar ambos coros, se va a plantear todo tipo de posibles combinaciones vocales. Su autor, a la sazón Kantor de la Thomasschule, ha empleado dos años en su composición, musicalizando los capítulos 26 y 27 del Evangelio según San Mateo y entrelazándolos con diversos corales luteranos, algunos de una antigüedad de hasta de dos siglos, coros, recitativos y arias; y, asimismo, ha utilizado los versos del poeta Christian Friedrich Henrici, conocido con el seudónimo de Picander.
Da comienzo el coro de introducción: Venid, hijas, auxiliadme en el llanto...
La Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach es una de las obras sacras más excelsas jamás compuesta. Nunca se había unido de una manera tan sutil y exquisita la perfección musical con la emoción y el sentimiento más profundo. Bach supo descubrir, dentro de la estricta y severa tradición luterana, una libertad creativa insospechable, logrando convertir el camino hacia la cruz en un camino hacia la luz y permitiendo contemplar el sufrimiento y la muerte desde otra perspectiva. En esta oración de contemplación y súplica escrita para dos coros formados por cuatro voces cada uno: Soprano, Contralto, Tenor y Bajo y cuya instrumentación corre a cargo de dos flautas, dos oboes, además de las cuerdas y el bajo continuo, Bach, trabajó utilizando diversos símbolos musicales. Las palabras de Cristo, por ejemplo, siempre van acompañadas por los tonos largos de las cuerdas, utilizadas como atributo de lo divino, mientras que los demás personajes sólo son acompañados por el bajo continuo. Únicamente, cuando Cristo pronuncia sus últimas palabras: "¡Eli, Eli, lamma sabathani!",  las cuerdas callan.

Matthäus-Passion BWV. 244
Collegium Vocale Gent.
Philippe Herreweghe, director.

La mayoría burguesa de Leipzig, dominada por los pietistas, consideró esta Pasión demasiado "operística" y fue rechazada. Bach, posteriormente, revisó algunas de las partes de la obra varias veces, la última de ellas en 1736, en donde incluyó un grupo de continuo con órgano para cada uno de los dos coros. Tras su muerte, la obra cayó en el olvido y no fue hasta 1829 cuando el compositor y director Felix Mendelssohn volvió a interpretarla con la Sing-Akademie de Berlín en una versión abreviada.

Llorando nos postramos ante tu sepulcro
 para decirte: descansa, descansa dulcemente. 
Descansad, miembros abatidos, descansad, descansad dulcemente. 
Vuestra tumba y su lápida serán cómodo lecho para las angustiadas conciencias 
y lugar de reposo para las almas. 
Felices, son tus ojos que se cierran al fin.

Cuando esta marejada de belleza se aquieta y llega a su fin, culminando en ese maravilloso acorde de do menor, el acorde del anhelo y del suspiro, sentimos que hemos sido transformados. Ahora, podemos alcanzar a entender el sentido sobrehumano del dolor y vislumbrar ese lugar donde se alcanza el eterno reposo del Espíritu.

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