Verano de 1915. Claude Debussy se encuentra en un precario estado de salud. Padece un cáncer intestinal del que ha sido recientemente operado; mermado físicamente, además atraviesa dificultades financieras. A esta situación, hay que añadirle la angustia que le produce la caótica realidad de una humanidad que se encuentra inmersa en plena guerra mundial. Debussy, entonces, decide irse con su familia al mar, concretamente a la pequeña localidad costera de Pourville. Allí comienza un proyecto que si bien, en un principio, quiere que sea de seis sonatas dedicadas a varios instrumentos, al final, sólo logrará poder finalizar tres de ellas. La que hoy nos ocupa, última de la serie, está dedicada a su esposa Enma y tiene al violín y al piano como protagonistas.
Nos encontramos ante el estilo más depurado de Debussy, reivindicando el pasado de los clásicos franceses como Couperin, Leclair, y Rameau. Este nacionalismo, le lleva a firmar sus composiciones como “músico francés” e incluso le pide a Durand, su editor, grabar las página del título de la colección en un estilo arcaico que recuerda las ediciones decoradas de las obras de Rameau. Pero también encontramos al Debussy influenciado por otras culturas; podemos escuchar el fuego español y cierto aire gitano, sobre todo al final de la sonata, “provocado”, seguramente, por el encuentro que mantuvo el maestro con un violinista cíngaro en Budapest en el año de 1910.
La última aparición pública de Debussy, coincidió con el estreno de esta Sonata el 5 de mayo de 1917 en la Sala Gaveau. Fue interpretada por él mismo al piano y Gaston Poulet al violín. Podemos pues considerar esta sonata, como el canto del cisne Debussyano. Un canto que termina con una explosión de luz, hasta alcanzar la extática y contemplativa conclusión de todo.
Sonata para Violín y Piano en Sol menor
Yehudi Menuhin, violín.
Benjamin Britten, piano.
Tan sólo un año después, el 25 de marzo de 1918, Debussy, agotado por la enfermedad, fallecería en su apartamento parisiense situado en el número 80 de la avenida del Bois de Boulogne. Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Pére Lachaise tres días después, bajo un intenso bombardeo y en la más absoluta soledad. El escritor Romain Rolland anotó en su diario, bajo la fecha de su deceso: “Ha muerto Claude Debussy. El único creador de belleza que ha tenido la música de nuestro tiempo”.
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